Fotografía: Gabriele Galimberti
Toi Stories

Toi Stories
Hola, yo soy una niña haitiana y me llamo Bethsaida como mi abuelita. Mi papá me puso su nombre porque dice que me parezco mucho a ella.
Mis padres y yo vivíamos en una casa grande y bonita pero como se cayó durante el terremoto tuvimos que ir a vivir con mis abuelos. Papá construyó un cuarto de madera en su patio y ahí dormimos todos juntos. Aquello que pasó me asustó mucho, pero lo peor, y lo que más tristeza me dio, es que perdí todos mis juguetes entre los escombros, sólo pude salvar a mi muñeca Lily, la pobrecita me llamaba a gritos, ¡menos mal!, así pude encontrarla debajo de unos ladrillos. Mi madre dice que soy afortunada, otros niños se quedaron sin nada.
Lily es mi mejor amiga, a ella le cuento todos mis secretos, la pobre está un poco envidiosa de mí porque sólo tiene cinco vestidos y yo tengo diez, pero yo la quiero de todas formas, me gusta peinarla y jugar con ella.
Adoro los caramelos y cuando mamá me ofrece algunos yo los comparto con Lily, no soy egoísta como dice el hijo de nuestro vecino. Lo que pasa es que a él no le convido porque a veces me lanza semillas con su honda y me golpea.
Mi maestra dice que yo soy una niña triste y creo que tiene razón, sólo el dulzor me hace sonreír, cuando papá llega a casa del trabajo y me ve sonriendo se da cuenta enseguida que comí caramelos, entonces me dice:
- Espero que te los hayas ganado -
Mi madre los guarda en una cajita de metal, en lo alto de una repisa junto a la cocina, yo no los puedo alcanzar ni subiéndome en una silla. Hago muchas cosas para merecer algunos: tiendo mi cama y ordeno mi ropa, también voy a comprar el pan a la bodega de doña Bridget, en la esquina de casa, y ayudo a mi abuela a levantarse de su silla porque ya esta viejecita.
La cajita de mi madre es un regalo que le hizo su hermana, ella vive en República Dominicana. Vino repleta de caramelos de leche primorosamente envueltos en papelitos de colores, esas envolturas multicolores también me encantan, las estiro entre las páginas del libro más gordo de mi abuelo para coleccionarlas.
En las tardes, si me siento triste, llevo a Lily cerca de la ventana y sacamos la bolsa de mis tesoros que guardamos juntas debajo de mi cama. Ese es uno de nuestros secretos. Coloco ante los ojos, uno tras otro, los pedazos de celofán para ver el mundo a través de un intenso rojo, un brillante naranja, un azul marino, o un verde manzana. Lily entonces dice:
- ¡Qué maravilla! ¡Qué lindo!, así debería ser siempre el mundo -
Y a mí, al verla a ella tan contenta, se me quita la tristeza por un rato.
© - Marysol Salval
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