sábado

Otoño

Caen las hojas
que este campo cobija
canto de otoño


Me gusta el otoño. Su luz serena y envolvente. El sosiego que reemplaza al bullicio veraniego, como si todo se adormeciese un poco y el mundo cayese en un dulce letargo, hacia el sueño profundo del invierno. Todo se ablanda, se suaviza: el sol no quema, el aire pesa menos. El valle en donde vivo, se desnuda de "todos los colores del verde" para vestirse con "todos los colores del ocre". Huele a lluvia, a castañas asadas, a leña. Enciendo las primeras estufas, me pongo calcetines, salgo menos de casa, me ocupo más de mi familia, me ovillo en mi cama y leo más. Me gusta el otoño, ya digo. La pena es que, aquí, es corto: dura poco tiempo, no es lento y perezoso como más al norte, sino un escueto trámite hacia el larguísimo invierno. Por eso me apresuro a disfrutarlo desde antes de que llegue, desde estos luminosos días previos en los que se le intuye con las primeras tormentas, las tibias ventoleras, los violentos y breves aguaceros, las hojas tapizando ya el jardín. Me gusta el recogimiento al que me invita. Y la melancolía que, inevitablemente, me invade en estas fechas. Disfruto de ella, sí, lo confieso: igual que me deleito con una buena película de ésas de "mucho llorar". Me subleva el "mandato" social de tener que estar siempre alegre, dinámica, optimista. Yo creo que me gusta el otoño porque me invita a entrar al sitio que más quiero, al mundo de las letras, y me gusta acogerme al refugio que ese mundo me ofrece, a salvo y en buen puerto.

No hay comentarios: