YAFER
“Y
creó Dios al hombre, a imagen y semejanza de él, lo creó”, eso le había
enseñado su madre cristiana desde que era un niño, sin embargo, la vida le mostraba
que no era cierto, no podía serlo, de otra manera no le estarían pasando tantas
cosas horribles. Tal vez se debiera a que en la biblia no se señalaba el color de
la piel y todos creían que Dios era blanco, si fuese así, entonces los marroquíes
no contaban. Pero él se sabía hombre, y
bien hombre además, aunque fuese su piel oscura. Su madre también le había
enseñado otro versículo del libro sagrado y que le obligó a aprendérselo de
memoria, “amarás a tu prójimo como a ti mismo” cosa que había cumplido a cabalidad
pues siempre ayudó al necesitado, pero él también era prójimo, ¿cómo entonces
la gente lo trataba tan mal?
Yafer
se sentía desolado, cavilar en estas cosas junto al recuerdo de su madre sólo
lo entristecían más. Desde que salió de su pueblo y llegó a España hacía tres
meses y medio, parecía un calvario lo que estaba viviendo, hubieron de
arrestarlo más de 15 veces, su aspecto y sus rasgos árabes lo delataban; la policía lo detenía en la comisaría y
lo dejaba en el calabozo toda la noche, a veces varias noches, y si bien luego
lo soltaban, al día siguiente todo volvía a empezar.
A sus veinticinco años, sentado en la puerta desvencijada
de su casa de adobe, Yafer soñaba una vez más con viajar a Europa, era un
anhelo que tenía desde niño, pensaba que allí encontraría el ansiado paraíso. Vivía en una zona rural
del Rif, en el Norte de África, región tradicionalmente aislada y
desfavorecida, a unos pocos kilómetros de Alhucemas y a sólo 50 de Andalucía. Su abuelo materno, ya fallecido, siempre le había contado bonitas historias
sobre España y de cómo era el Rif cuando era protectorado español, y lo mejor
de todo y que lo hacía muy feliz, es que le había enseñando a hablar español,
una lengua que al joven le parecía muy hermosa. En un libro geográfico que
tenía en la casa, regalo del anciano, pudo ver que el paisaje que lo circundaba
era muy parecido al de Almería, al desierto de Tabernas o a los campos de Nijar,
repletos de chumberas y pitas, también de montes cubiertos con matorrales. Esto
lo llevaba a pensar en que se avendría muy bien viviendo allí, haber nacido al
otro lado del Mediterráneo era solamente un hecho circunstancial.
-Si me sigo quedando aquí no tendremos ningún
futuro – decía en voz alta, y lo repetía varias veces para que su madre
escuchara y se fuera haciendo a la idea, aunque ella lo sabía desde siempre ya
que Yafer había tratado en dos ocasiones de marcharse aunque no lo había conseguido. – Si no lo intento de nuevo no podré juntar
dinero para casarme ni para mantenernos, no tendrás ayuda tampoco en los
quehaceres, y te estás haciendo cada vez más vieja, necesitas quien te asista.
Yafer, como hijo único y huérfano de padre, había crecido con la misión y la responsabilidad
de cuidar de su madre, y las esperanzas y el bienestar de ella dependían
enteramente de él.
La primera vez que cruzó el estrecho de Gibraltar
tenía tan sólo dieciocho años y logró
llegar a la otra orilla junto a veinte compañeros, sus pies esperanzados
tocaron la arena fina de una playa española, pero alertada la Guardia Civil,
los estaba esperando allí y en pocos días ya lo habían retornado, muy
descorazonado, a su pueblo.
La segunda tentativa la hizo a los veintitrés, pero
el patrón de la patera que los llevaba desafortunadamente
equivocó la ruta. Se perdieron en altamar, casi tres días estuvieron navegando
sin rumbo. Fue una experiencia horrible, tantos hombres ateridos de frío y de
miedo, sedientos y muertos de hambre amontonados en una embarcación de madera
vieja; por suerte un barco pesquero los encontró a tiempo, rescatándolos luego para
regresarlos a tierra firme. Tardó mucho Yafer
en superar el fuerte trauma que le causó aquel extravío, sobreponerse al
pánico no le resultó nada fácil, sin embargo luego de dos años había logrado
armarse de suficiente valor, y ya se sentía listo para intentarlo nuevamente.
Alto, delgado pero resistente y fortalecido
emocionalmente, Yafer no cabía en sí de tanta emoción, hasta ahora todo estaba
saliendo a la perfección. –Dicen que la tercera es la vencida, y ha de ser
verdad – pensaba, mientras sentía su corazón latir a mil. Navegando medianamente cómodo en la patera, en
esta tercera odisea que había emprendido las condiciones eran totalmente diferentes a
las anteriores, el mar se comportaba de maravilla pues parecía estar dormido de
tan tranquilo, la luna se encontraba en fase de novilunio así que la oscuridad
de la noche era también su aliada, no se avistaba a nadie esperándolos en la
playa, ¡no podría ser mejor, esta vez sí que lo lograría!
Pensaba en la bendición que su madre le había
dado antes de lanzarse al mar, su progenitora, quien era hija de musulmanes
pero convertida en secreto al cristianismo
después de que muriera el padre de Yafer. “Dios te cuidará, querido hijo,
Está cerca el tiempo de Navidad y Él nunca abandona a quienes con fe en su
poder confían” y Yafer confiaba con todo su corazón.
No paraba de temblar, mientras más se acercaban a
la orilla los tiritones de su cuerpo se intensificaban, no sabía si era a causa de su fuerte nerviosismo, por la
emoción, por el miedo, o simplemente porque estuvieron toda la noche en el mar y el frío y la humedad
les había helado hasta el alma. Todavía quedaban unos 15 o 20 metros para
llegar a la playa, y la gente que lo acompañaba, desde la patera empezó a
saltar al agua como desesperada, Yafer se asustó mucho pues pensó que los
habían descubierto, pero enseguida comprendió que los motivaba la impaciencia
por querer alcanzar cuanto antes un anhelado sueño. Consiguieron llegar a la
playa y sin poder evitar el miedo,
apenas el joven pisó tierra, sin mirar atrás se alejó lo más rápido que pudo
del lugar convencido de que esta vez todo lo que le depararía el futuro sería
bueno.
Tenía como destino Almería, algunos amigos de su
pueblo le dijeron que allí encontraría trabajo, llevaba en el bolsillo del
pantalón un trozo de papel con la
dirección a la que debía llegar, se la había dado el padre de un vecino
asegurándole que en esa casa se
encontraría su hijo, y que éste no tendría problemas en proveerle alojamiento,
también lo conectaría con las personas adecuadas
para que pudiera empezar a trabajar cuanto antes. Al llegar, se encontró de
frente con un cortijo medio en ruinas en
el que los agujeros del techo estaban
tapados con desechos de plástico, pensó entristecido que el lugar no
podría ser más deprimente, sin embargo cobró ánimos al convencerse de que sólo
se trataba de un comienzo, cuando pudiera ahorrar algún dinero vería de mudarse
a un lugar mejor.
El frío y las malas condiciones de su alojamiento
hicieron que Yafer pronto contrajera una neumonía y por algo más de 10 días tuvo
que ser hospitalizado. El pobre no podía
creer que eso le hubiera acontecido, recién llegado ya se encontraba enfermo.
En el hospital, las personas que lo atendían no lo miraban a los ojos ni le
dirigían la palabra, hablaban entre ellos sobre él mismo como si no estuviera
delante, los escuchaba diciendo cosas como “el moro es un muerto de hambre, ha
venido aquí para que le demos de comer, algo malo habrá hecho en su país para tener
que venir aquí”, no sabían ellos que Yafer comprendía muy bien el español.
El pobre muchacho en aquella cama de hospital,
además de enfermo y débil, se sentía totalmente desolado, como un pez fuera del
agua, un bicho raro con una terrible sensación de no ser bien recibido allí.
Fue muy triste no poder hablar con nadie habiendo sido desde niño tan social y
extrovertido.
Al darle el alta, lo primero que hizo fue buscar
la manera de comunicarse con su madre, necesitaba el afecto que sólo ella
podría darle, que lo imbuyera de fe y esperanza, eso era el combustible
emocional y espiritual que necesitaba para seguir adelante. Si no hablaba con
ella, su cable a tierra, no podría deshacerse del sentimiento que ahora lo
embargaba, el temor a fracasar y defraudar su sueño, no poder responder a su
promesa y no alcanzar nunca el anhelo de un futuro mejor.
La vida de Yafer en España continuó siempre
cargada de sobresaltos, previo a la Navidad, la Guardia Civil realizó una
redada en el invernadero donde trabajaba y lo tomaron preso junto a otros trabajadores,
todos ilegales como él. Yafer pasó toda la noche rezando, alabando al Niño Dios
y pidiéndole que lo librara de tan mala fortuna.
Su patrón logró sacarlos de la prisión al día
siguiente pues tenía un amigo en la comisaría que estuvo dispuesto a tenderle
una mano. Yafer se sintió aliviado y agradecido, aunque aun no sabía que todo
favor tiene un motivo y siempre ha de
pagarse con otro.
Apenas llegaron de regreso al invernadero, el dueño,
quien le tenía afecto a Yafer pues no
tardó en descubrir en él a un ser de gran valía y de buen corazón, lo llevó a la habitación que ocupaba como
oficina para comunicarle que debía realizar un pequeño trabajo, esta vez, fuera
de lo habitual. Era un trabajo que le estaría encomendado por el comisario. El
muchacho no salía de su asombro, ¿realizar un trabajo para el comisario?, pero,
¿qué otra cosa podría hacer él que no fuera trabajar en un invernadero? -Irás a
verle mañana temprano a esta dirección - le ordenó su jefe, dándole unas
palmaditas a la espalda – sé que harás lo mejor que puedas.
Yafer no pego un ojo en casi toda la noche
pensando en el “trabajo” que tendría que realizar al día siguiente. Lleno de incertidumbre y apenas el cielo abrió la claridad, se levantó, se
aseó y se vistió lo más prolijamente que pudo, para luego dirigirse hasta la
dirección que le había dejado su jefe.
Una vez allí tocó a la puerta tímidamente, y en
poco, una mujer alta, blanca y elegante salió a atenderle. –Pasa - le dijo, y
abriendo la puerta de par en par, ambos
ingresaron al recibidor y luego pasaron al hermoso y bien decorado salón de la
vivienda.
-Mi esposo me ha dicho que tú serás nuestro nuevo
Gaspar en el desfile de Reyes – empezó a decir la señora con voz amigable y
mirándolo a la cara - y me ha parecido
una excelente idea, tienes el porte y la fisonomía adecuados para serlo. Las
Damas del Comité nos sentíamos tan preocupadas luego de que operaron de la
cadera a Toñino el de Purita, él llevaba años siendo nuestro Gaspar pero ya
está envejecido, y pienso que en el futuro no podrá seguir haciéndolo. Padece de una
dolorosa artrosis, ¡pobre!
Sin Gaspar no tendríamos nuestro desfile
tradicional y esto sería algo verdaderamente catastrófico, no quiero ni
imaginármelo, el desfile de Reyes es la
ilusión y la alegría de todos los que vivimos en la ciudad, principalmente de
nuestros niños.
La señora hizo una pausa y continuó diciendo -
¿sabes montar a caballo, verdad?, ¡claro!, que tonta soy – dijo sonriendo y
dándose un golpecito en la frente con la punta de un dedo - si tú eres del
pueblo bereber, es seguro que sabes hacerlo y muy bien, además, concluyó –
Yafer, casi sin pestañear, asintió moviendo la cabeza lentamente de arriba
hacia abajo, sin poder salir de su sorpresa.
-Deberás venir a los ensayos, los iniciaremos
dentro de poco - continuó diciendo la esposa del comisario – no te preocupes
por nada, te pagaremos lo justo y le
haré llegar las fechas y los horarios al dueño del invernadero donde vives. Ahora ya puedes marcharte, aun tengo cosas
importantes que hacer – Dicho esto, la dama señaló la puerta, y Yafer despidiéndose
con una leve inclinación de cabeza, salió por ella tan silencioso como había
llegado.
A Yafer le parecía que iba flotando sobre una
nube mientras se dirigía al invernadero, ¡lo habían elegido para ser Gaspar en
un desfile, y montado a caballo! Él y su
madre habían leído la bella historia del nacimiento de Jesús en un libro cristiano, y leído también la manera idílica
en que los Reyes Magos guiados por una estrella habían llegado desde el oriente para honrarlo.
Sabía que Gaspar era quien portaba la ofrenda de incienso y mirra. Para Yafer
nada podría ser más significativo, creía fielmente que el incienso representaba
la dignidad humana y el respeto a la persona, y la mirra representaba la salud
y la sanidad en todos los aspectos de la vida.
Pensó en la paga y ésta dejó de ser tan
importante, tomó la decisión de ser el mejor representante del Rey Gaspar que
hubiera habido nunca, llegaría puntualmente a los ensayos bien afeitado,
pulcro, correcto, sería la oportunidad
de dejar de ser clandestino y al fin aceptado por todos.
La
cabalgata resultó un éxito rotundo. En la
ciudad no podían estar más festivos y
alegres, fue en verdad una manifestación multitudinaria. Los Reyes, sentados sobre
tres lustrosos corceles seguidos por un
gran séquito de pajes, de carrozas y de comparsas, danzantes, carteros y más, recorrieron las calles frente a escenas bíblicas espectacularmente ambientadas en la senda
hacia la plaza principal, en
donde repartieron regalos para el público asistente. Culminó el desfile
en la Iglesia Parroquial, donde se había instalado un Nacimiento viviente al
que adoraron.
La esposa del comisario estaba radiante, todos la felicitaban
por la buena gestión. Los Reyes Magos se veían tan reales, sobre todo Gaspar
quien había sido el mejor, cabalgando lentamente sobre su caballo se veía tan
formal aunque siempre sonriente, la cabeza inclinada hacia los niños y la
mirada tan clara trasmitía serenidad y dulzura, los pequeños lo adoraron, fue
un mago de verdad.
De aquello ha pasado algún tiempo y Yafer sigue en España. Está
contento, gracias al comisario y a su esposa que lo ayudaron y siguen
apoyándolo, pudo al fin realizar el sueño de obtener papeles y estar en forma legal en el país. Su
experiencia traumática inicial como inmigrante ha quedado en el pasado.
Ahora vive en una
pequeña pero bien construida casa cerca del invernadero, y ya puede viajar
libremente para visitar a su madre a quien le encanta escuchar de Yafer
historias de España, sobre todo, acerca de las hermosas celebraciones y las
festividades tan coloridas y diversas, diferentes a las que ella hubiese visto jamás.
Pero la historia que más le gusta y que la llena de orgullo y felicidad es la
en que su querido hijo, tan lejos de su tierra pero siempre protegido y bendecido por Dios, pudo ser el gran Rey Gaspar admirado y querido
por todos, realizando honorable y alegre, una mística y bienhechora cabalgata
de Natividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario