sábado

A través

Pintura:  Pete Hawkins

Aun no terminaba de comer cuando tocó a la puerta buscando a su hermano, jamás imaginó que llegaría hasta su casa y la encontraría en esa situación tan básica, sentada en la mesa comiendo; como si no hubiera otros momentos más oportunos y menos desagradables. Ni siquiera se había sacado el uniforme del colegio, sólo se quitó los zapatos, - uf, vaya broma que le jugaba el destino.


Situado en el sillón al frente de ella, el chico se hallaba un poco incómodo, es que se hacía larga la espera. La muchacha se mantenía en silencio mirándolo con disimulo a través del vaso que sostenía en una mano, observaba la manera en que su imagen oscilaba opaca en el vidrio tallado mientras que se cubría el rostro con la otra mano, no queriendo captar su atención.

La madre la sacó de su abstracción cuando le indicó que llenara el vaso con zumo. - ¿Quieres un poco? - le dijo la mujer al muchacho - leche con plátano y vainilla, es sabroso y alimenticio, seguro te gustará. El chico muy cortés agradeció la invitación, más no aceptó.

Cuando un tiempo atrás sus amigos los habían presentado, ella íntimamente lo supo, fue un decreto inquebrantable: Lo querría hasta el final de sus días.

El sábado llegó luminoso, apartó las mantas con energía y saltó de la cama pensando en la fiesta a la que iría más tarde , todos sus amigos estarían ahí y por supuesto también estaría él. La idea la estremeció y un ligero rubor encendió sus mejillas. A los catorce años, estaba despertando a la euforia del enamoramiento y el chico de sus sueños se había convertido en su objetivo vital y prioritario.

En la fiesta bailaron todos los lentos de la noche, y mientras lo hacían, les pareció a ambos estar solos en un mundo creado para ellos, se gustaban mucho, y al sentir ella el cuerpo del muchacho erguido y cálido tan cercano, con sus brazos firmes rodeando su cintura, una explosión emocional y física obnubiló su ser completamente.

Se citaron en secreto en el parque y a la tarde siguiente acudieron ávidos al encuentro. Se miraron, se acercaron poco a poco, se midieron,  probaron el nido de sus manos, observaron sus sombras proyectadas en el suelo y notaron que todo coincidía perfectamente. Unieron después suavemente sus labios, querían disfrutar la magia del instante más ese roce bastó para despertar el fuego de sus ansias, y entonces sus bocas se abrieron para comerse uno al otro, enredadas sus lenguas en un acto de amor profundo y desconcertante deseo.


Se juntaron otras tardes, siempre a escondidas. Hubo entre ellos derroche de caricias, abrazos y besos apasionados hasta el día súbito en que dejaron de verse. Ella nunca supo cuál sería la razón de ese alejamiento, - quizás si hubiéramos hecho el amor, - cavilaba- , pero entendió que jamás obtendría una respuesta.


Su hermano se lo confirmó  mientras desayunaban, se había marchado del país y tal vez  nunca volvería.

 -Es normal- comentó la madre - un muchacho  ha de buscar un futuro más prometedor, y en este país con tanta distracción y tanta droga....  Hizo bien en marcharse - concluyó.

Ante la desolación y la pérdida, el silencio prolongado de la muchacha fue la mayor elocuencia de su alma, apenas pronunció palabra durante mucho tiempo.


Otros amores llegaron a su vida, y para ella, todos tuvieron el mismo rostro y el mismo nombre ( el de él) en cuerpos prestados, y a medida que maduraba fue tolerando mejor esa realidad, la costumbre y su gran imaginación eran capaces de realizar aquella difícil simbiosis.


- La vida no se detiene y hay que luchar en ella - le decía a sus hijas - paso a paso a lograr las metas para poder defenderse, y les aseguro que en estas lides, el amor no es lo primordial, un día lo tienes y al siguiente se marcha sin contemplaciones, luego viene otro y se repite la historia. Hay que pensar primero en sí misma y blindarse bien para no sufrir demasiado.


Pero el destino a veces juega sus propias cartas, y este fue el caso para ella. Después de cuarenta  años de silencio y ausencia, y cuando el recuerdo se mantenía completamente dormido, él apareció de pronto en su vida.


-Estaba enamorado de ti,  andaba por las calles pensándote, templadísimo - fue lo primero que le dijo, medio en serio, medio en broma,  y ella no supo qué responder. Se quedó sin palabras, como aquella vez hacía tantos años, y un alud de fuertes emociones la sobrecogió. Optó por reír mientras que en la mente bailaban las palabras: "Tantos caminos andados, tantos ríos recorridos y mares turbulentos, y yo sin ti, habiendo nacido para amarte. Cómo fue que te extraviaste en mi horizonte, fue una mala jugada del destino".


Por supuesto no le dijo lo que pensaba, sólo dejó volar su risa a través de la ventana, limpia y clara, como alas blancas de pájaros.


Empezó a soñar con él de nuevo, amorosamente, apasionadamente, y lo encontró donde no estaba mientras sus ojos batían su mirada en todas partes. 


-¡Cuán doloroso es el amor cuando se marcha, y cuán grandioso cuando vuelve!  

Los dos ahora estaban solos, y a ella le gustó pensar que sus vidas eran dos cauces que inmemoriales, se fundían de nuevo para compartir el destino irrevocable que habría de conducirlos hasta un océano, aquel que les pertenecía y que ya no se encontraba extraviado. De nada valía explicar lo inexplicable, esto sólo podría tratarse de un milagro que retiene en su cántaro lo imposible, una compensación del Universo, un reencuentro pleno de luz, amor y belleza.

Continuaron hablando, largas horas, sus miradas flotando siempre en la misma dirección, la única posible, la que llevaría a su océano. Escenas perduradas vivían en sus acercamientos, las caricias volvieron, los besos, las risas. Postergando el pasado fueron reconociéndose, reinventándose jóvenes, recuperando lo perdido y amándose con ternura y también con pasión como dos jóvenes en un renacer primaveral que hubo de quedarse detenido en el tiempo.


-La vida hubiera sido más fácil, menos tensa, más dichosa junto a ti, estoy seguro- Le decía él, y ella asentía ratificando esa verdad que creía incuestionable. Sólo ansiaban estar juntos, todo en su interior los conducía a la única realidad que ahora deseaban, unirse para compartir lo que les quedaba de vida.


Pero, sucede que miles de kilómetros los separa y, así las cosas, Internet resultó ser el motor que lograría su acercamiento, y también  el óbice que les impediría estar físicamente juntos.


Es que ya se sabe que nada es fácil ni perfecto, es lo complejo de este mundo insólito donde conocemos no sólo de alegría sino también de dolor. Todo tiene su opuesto, su contraparte. El ciclo de la existencia de las cosas pareciera que se da a través de continuos cambios, de un lado al otro, de la luz a la oscuridad, del obstáculo a la resolución y viceversa; y nuestro existir, nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestras acciones se regirán también por estos principios. Tan unidos están los opuestos que tienen la capacidad de generarse, consumirse y convertirse mutuamente. Cuando el día se agota, surge la noche, cuando el calor se agota, surge el frío, si hay mucho de uno, hay poco del otro...


Dicen que si se tiene dudas y el miedo asalta te vas deteniendo para quedar finalmente atrapado, como se quedan atrapadas en la ventana de un chat las palabras amorosas, los besos dibujados, los abrazos virtuales. Todo queda reducido a encender el ordenador para emprender un viaje meramente cibernético en busca del amor que finaliza al darle clic a un botón, y entonces, todo lo expresado se muere, deja de existir. Un paso violento de la totalidad al vacío...


Pero morir es lo mismo que existir, se necesita la misma energía para que ambas cosas sucedan; ahí reside la esperanza y el prodigio. ¿Por qué entonces habrían de matar lo que sus ansias desean que exista? 

Serias disyuntivas a las que deberán enfrentarse con coraje dos seres cuyas almas vibran en la misma frecuencia a pesar de la distancia violenta que los separa, y del tiempo implacable que no detiene su paso. Renuncia o permanencia, victoria o derrota...¿Y el amor?....A eso se reduce todo.


Marysol Salval




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