Obra pictórica: “Mujer en la bañera” de Leopoldo Gonzalez Andrade
Aún me dolía la cabeza cuando abrí la
puerta, me sentía aturdida y agotada como resultado del arduo trabajo del día…
Contemplé la bañera y dejé correr
libremente el agua, salió tan caliente que se desprendieron albas nubes de
vapor, como salidas de un volcán, luego agregué suficiente agua fría, y a la
par que aumentaba, la revolví lentamente con la mano.
Me metí en ella, y poco a poco la
incitante agua envolvió todo mi cuerpo. Inmersa en el líquido apacible y
protector, como en el claustro materno, me dediqué a mirar las figuras de luz que
desde la ventana se proyectaban sobre el piso, y a escuchar el cíclico goteo que
caía suave de la llave. Sentí poco a poco como mi humanidad otra vez se
integraba en cuerpo y alma.
El baño tiene un poder mágico,
los seres humanos nacemos del agua. Los cristianos hacen votos de fe con ella y, de niños, pasamos horas jugando y chapoteando en la bañera, parece extraño, entonces,
cómo a medida que crecemos, vamos perdiendo el gusto por ese contacto
primordial que es parte de nosotros
mismos.
No me resultó difícil comprender
porqué mi hija me recomendó efusivamente un baño de tina cuando llegué a casa
tan cansada y dolorida. El agua es milagrosa, después de una inmersión
prolongada y caliente, mi voz se suavizó, mi respiración se hizo más profunda y
lenta, y me relajé sin llegar a aletargarme. Encontré los fragmentos dispersos
de mi ser y pude reunificarlos.
¡Sólo un baño y cuánta magia!...Un
encuentro profundo y sanador con el agua que he de agradecer y repetir.
© - Marysol Salval
1 comentario:
Mil cosas guarda tú baúl,con recuerdos y olvidos encomtrados algun dia estaremos juntos buscando, en los rincones la carta que yo te he enviado
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