lunes

El tiburón y la ninfa


Un tiburón emperador, morador de un gran océano, cansado de vivir siempre lo mismo y con sus ansias insatisfechas, decidió migrar a lejanos mares en búsqueda de aventuras. 
Nadó por infinitas y remotas aguas buscando nuevos estímulos, probó toda clase de peces y moluscos, vio también paisajes increíbles, pero nada lo satisfacía totalmente.

Un día, sin imaginarlo,  llegó hasta las puertas de un tranquilo lago en un silvestre paraje remoto.  En aquel lago vislumbró a una bella ninfa que nadaba apacible muy acostumbrada a la soledad. Vivía con sencillez y en comunión con la espléndida naturaleza que la rodeaba.

El emperador quedó prendado de la mística ninfa, pensó que ella era lo que tanto había buscado para saciar su descontento. Muy pronto se dispuso  a cautivarla y como ya había vivido bastante poseía muchas destrezas que fue mostrando poco a poco con astucia. La hermosa ondina  halagada y atraída por el talante seductor de este nuevo ser que llegaba a su vida, lentamente fue cediendo al galanteo y se entregó al escualo con esperanza, confianza y  amor.

El tiburón hacía lo posible por aclimatarse al agua dulce pues disfrutaba de la ninfa, sus suaves cantos lo confortaban, pero su propensión inquieta le impedía estar totalmente cómodo. Buscando tranquilizarse, de vez en cuando salía del lago para sumergirse y alimentarse en aguas saladas.

Así fueron conviviendo en aquel hermoso paraje, pero el tiburón nuevamente se sintió abatido por el hábito y la soledad, entonces resolvió realizar una nueva odisea. No quiso dejar todavía a su compañera y usando argumentos convincentes la instó a abandonar el lugar y llevándola consigo, llegaron juntos a nuevos mares.

La pobre ondina no podía acostumbrarse a vivir allí, era un lugar muy grande y convulso, tan ajeno a su esencia, continuamente se lamentaba por estar lejos de su entorno y echaba de menos la dulzura de sus aguas y también a la naturaleza. Esto contrariaba al tiburón, pero como la ninfa lo amaba y no quería perderlo, optó por crear un mundo imaginario lleno de vertientes, aves y árboles, ahí se refugiaba en sueños.

De vez en cuando el pez le hacía saber a la ondina que su destino sería volver a su océano, y la bella ante la dura advertencia, sentía que se le rompía el corazón.

Mientras habitaban aquellos nuevos mares, el tiburón siempre insaciable merodeaba las aguas buscando algo novedoso que despertara su interés. Encontró de pronto una corriente oceánica que se desplazaba en un curso distinto a cuanto hubiera visto, en ella viajaban cardúmenes de variadas especies bailando festivos entre arcoiris. Hambrientos, intentaban atraer a los curiosos para servirse de ellos. Al ver al tiburón lo tentaron de inmediato, sus aletas y apéndices de colores encandilaban de tal modo que el escualo se metió en la corriente sin pensarlo dos veces. Como era un pez grande fue recibido con alegría por los astutos pecesillos y rodeándolo, lo alabaron y lo ensalzaron.  El tiburón  creyó que por fin había llegado a la gloria y allí se quedó, no por nada era el emperador del océano.

La ninfa observándolo intentaba advertirle, voceaba su nombre, pero su compañero fascinado  no la escuchaba, ella ya no era tan atractiva para él, por el contrario, sentía que la ondina con su voz melancólica se había vuelto un estorbo.

Cuánta tristeza sintió la bella entonces,  había confiado tanto y ahora él la dejaba sola y desprotegida en aquel mar, seguramente se trataba de un castigo de los dioses. Recordó las continuas advertencias del tiburón, cuando le decía que tarde o temprano regresaría a su océano, y comprendió de golpe el terrible error que habían cometido y cuan dispares eran, pertenecían a dos mundo diferentes. De cualquier modo no permanecerían juntos toda la vida como ella había supuesto. Dejó de llamar la atención del escualo permitiendo que éste siguiera sus instintos, ella era una Náyade y tenía sortílegas virtudes, encontraría la manera de volver a su hábitat algún día, a su plácido lago rodeado de la belleza natural de donde nunca debió haberse ido.


Marysol Salval
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